Opinión: La publicidad como Influencer Social

Opinión: La publicidad como Influencer Social

La publicidad, en todos sus diferentes formatos, juega un papel muy importante de difusión y persuasión a través de mensajes que influyen sobre la audiencia, implantando nuevos valores o nuevas formas de comportamiento en los individuos.
Está constantemente invadiendo nuestro campo sensorial: al salir a la calle, cuando vamos en el bus escuchando la radio, scrolleando en las redes sociales o directamente en nuestros hogares cuando encendemos el televisor o la computadora.

Con el pasar de los años podemos observar cómo los anuncios de cada momento reflejan distintas formas de vida y las aspiraciones sociales de la mayoría de las personas, y cómo la publicidad va moldeando la sociedad mostrando nuevas ideas acerca de los roles del hombre y la mujer, nuevos estilos de vida, valores, principios, además de ir creando nuevas necesidades para la sociedad dadas nuevas variedades de productos y servicios.
La publicidad influye en los hábitos de las personas más allá de lo relativo a la compra de productos. Está presente en todas partes y en múltiples formatos; cartelería, folletos, imágenes, videos, sonidos, etc.
La publicidad forma parte del mundo en el que vivimos, explicable en la medida que termina logrando ser el nexo que une lo económico con lo social y cultural de cada país.


La publicidad actúa agresivamente sobre los consumidores con el fin de mantener unas pautas de comportamiento, estableciendo a menudo una serie de estereotipos que tradicionalmente se han adjudicado a las personas: hombres, mujeres, niños o ancianos.
La publicidad impone un ideal en cuanto a la imagen física, estilo de vida, relacionamiento y hasta maneras de pensar, persuadiendo para lograr mas consumo de los productos y servicios que difunde.

Existen formas de publicidad «poco honestas» o engañosas, como la suelen llamar, donde a cada producto o servicio al que se le quiere dar relevancia, se le agregan valores de manera desproporcionada o que directamente no poseen, o se le omiten pequeños detalles que modifican totalmente la verdadera utilidad o calidad de los productos en cuestión.
Ahora, no toda publicidad es engañosa, existe una for­ma de publicidad bien valorada por las personas, como es aquella centrada en beneficios reales, sin desproporción entre la función de uso del pro­ducto y los beneficios presentados.
El “delito» más habitual en el que incurre la publicidad no es la mentira pura y simple, sino más bien es la exageración de la calidad sugerida para los pro­ductos. Puede decirse por consiguiente que la publicidad produce una infla­ción en la percepción de la calidad de los productos.

La publicidad, como actividad multidisciplinaria para lograr ventas, no es moralmente buena ni mala. Podrá serla desde el punto de vista comercial, si persuade o no a mucha gente para que confíe en el producto, servicio, empresa o marca, pero como la publicidad no es una persona, no puede ser objeto de un juicio ético. Los que sí caen bajo la atención de los juicios éticos son quienes hacen publicidad, los responsables por esos mensajes que nos pueden causar tantas sensaciones a la vez.

A pesar de estas consideraciones, se habla de que la publicidad es esto o aquello, de que la publicidad busca provocar tales o cuales efectos retorcidos.
Es que tratándose de una actividad de personas y dirigida hacia personas, se le atribuyen también cualidades personales.

Se considera buena la publicidad que ayuda a que el otro crezca como persona, si lo ayuda a ser más libre, más justo, más solidario, a ser mejor persona.
Y es mala cuando le niega al público la posibilidad de alcanzar ese crecimiento, o usa a la otra persona como mero instrumento del propio enriquecimiento.De hecho, la omnipresencia de la publicidad hace que desde hace años se haya podido estudiar cuál es el comportamiento de los consumidores desde que son niños, cuando son mucho más permeables a los mensajes emocionales, y de hecho se ha estudiado el comportamiento de los niños como portavoces de la publicidad.
Ningún mensaje puede incluir técnicas que, mediante la transmisión de imágenes de duración muy breve, implanten una idea en la memoria de la audiencia, sin que esta pueda reconocer y ni descubrir que se trata de un aviso.
La verdadera cuestión en todo esto es si nosotros como sociedad somos conscientes de cuánto influye en nuestra vida la publicidad y de si realmente se utiliza con responsabilidad.
Los invito a dejar sus comentarios o enviarnos sus opiniones a
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